
C’est la Cata! Ahora me puedes seguir en Bloglovin\r\n\r\n—Inspiraaaa… Expiraaaa… Ommm… —canturreaba el profesor.\r\n\r\nTal y como lo describen: lento y aburrido. Además frustrante. Por más  que expire, mis piernas jamás tomarán rumbos distintos porque están muy apegadas la una de la otra. Y no habrá expiración que rompa este profundo vÃnculo de solidaridad del cual ha sido testigo durante años mi cadera.\r\n\r\n—Inspiraaa… Expira…Ahora intentaremos algunas posturas invertidas. —explicó el profesor sin dar más detalles.\r\n\r\nMe entró un pánico terrible de pensar que mis piernas se elevarÃan hacia el cielo mientras mis hombros se mantendrÃan anclados al suelo.  Ni crean que voy a pararme de cabeza. En mi infancia, logré huir con destreza de la profesora de gimnasia olÃmpica que insistÃa con hacerme dar la vuelta canela frente a la comparsa de niñas creÃdas y gritonas que, alborotadas por la torpeza de mi inercia, saltaban como cauchos de un lado a otro. Ellas se apropiaban la gravedad con glamour y elegancia a pesar de llevar un traje chillón (body azul sobre chicle rosado).\r\n\r\n—Dos respiraciones más… —insistió el profesor.\r\n\r\nAbrà los ojos y vÃ, a mi lado, una mujer que poseÃa la capacidad de tres pulmones para mantener extensas retenciones. Mientras que yo arrastraba mi cuerpo sobre el tapete, ella se encogÃa y estiraba con la destreza de un felino.\r\n\r\n—Una última respiración…Terminaremos con esta postura —concluyó el profesor.\r\n\r\nPor fin, se acabó esta transpiración silenciosa y pasiva. Cuando estaba dispuesta a enrollar mi estera y salir corriendo, me impusieron diez minutos de relajación. Acostarme durante unos diez minutos para ser consciente de lo mucho que odiaba esta clase. ¡Que se acabe! ¡Que se acabe! ¡Que se acabe! ¡Yuuujuuu se acabó!\r\n\r\n—¿Volverás a clase? —me preguntó el profesor.\r\n\r\n—¡Claro! —le respondà para no decirle lo mal que me sentÃa.
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